Para nosotros no era novedad la relación de asistir al Templo y enviar a los pequeños a la “Escuelita Dominical”. Parecía corresponderse con una acción noble de parte de la iglesia, y realmente creo que en la gran mayoría de los casos la intención es buena. No objetamos las intenciones, más bien, si esto procede de la Biblia, y si es que se adoptó como una tradición ¿de dónde provino? y ¿qué tan conveniente resulta en la práctica?
Todo tienen un origen de este lado de la eternidad, y nuestros métodos son en gran medida replicados por emulación. Al injertarnos en el sistema social del mundo absorbemos la cultura, sin un fundamento que nos lleve a cuestionarnos, podemos estar colaborando con el enemigo sin darnos cuenta.
Antes de entrar en materia, debemos enunciar que la Escuela Dominical para niños no solo no se encuentra en la Biblia ni en el modelo bíblico de una Iglesia Neotestamentaria, sino que el excluir a los hijos de la predicación del mensaje del evangelio al lado de sus padres es un grave error. Posiblemente lo primero que viene a nuestra mente es la justificación de que de cualquier forma los niños recibirán el mensaje en sus salones, inclusive de forma especial para su edad, cayendo en la trampa de pensar que es necesaria la intervención de la mano del hombre para “adaptar el mensaje” por no decir de forma poco aburrida o entretenida que cautive sus sentidos para que “el mensaje llegue a ellos”.
Sin embargo, las buenas intenciones nunca deben pretender superar o añadir elementos al servicio o culto dominical que Jesús nunca mandó ni la Iglesia primitiva practicó. Algunos otros argumentarán que esto no es posible si es una herramienta que funciona, olvidando una de las diferencias tangibles entre el Cristianismo y una secta: es que el Cristiano hace las cosas porque son Bíblicas, no porque funcionan. El verdadero evangelio no tiene adaptación posible, o se es o no se es, a pesar de los esfuerzos de la industria del entretenimiento que hoy incluso ha llegado a distraer nuestra piedad.
¿Cómo conocerá un niño el sacrificio genuino de Jesús en la cruz y su dolor si estas realidades hoy son representadas de forma caricaturizada? ¿Cómo sabrá el niño su realidad espiritual y el sabor amargo del pecado como pecador, si cada domingo recibe un dulce como premio por colorear algún personaje bíblico? Y más aún, ¿cómo ese niño crecerá acostumbrado al mensaje infantilizado y entretenido, para después sufrir el momento en que debe participar del aburrido mensaje sin dulces que se presenta para los adultos?
No es de sorprenderse la alta tasa de abandono o éxodo que están viviendo las iglesias cuando esos “nobles hijos” crecen y se vuelven jóvenes malvados. Por supuesto, no culpamos a la escuela dominical de estos males, los padres son bíblicamente responsables de instruir a sus hijos, no solo los domingos sino todos los días. Sin embargo, son estos mismos padres los que son llamados a volver al fundamento bíblico enseñando a sus hijos a disfrutar del mensaje sin filtros, luces, dulces y colores, para encontrar el verdadero deleite en la esencia del evangelio en Cristo.
Para tratar de aclarar el panorama, y con la finalidad de no condenar a quiénes lo han implementado, despejaremos el asunto a partir de la historia, y procuraremos aplicar el filtro de la reflexión a esta práctica del presente
Algo de historia...
Su origen se remonta al siglo XVIII en Inglaterra. Se dice que el filántropo Robert Raikes estableció la primera escuela en 1780, como consecuencia de una profunda preocupación por los niños pobres de la época, los cuales estaban expuestos a una vida difícil y sin acceso a una educación formal.
A raíz de esta problemática, Raikes se dió a la tarea de reunir maestros y convocar a los infantes los días domingos, días en que estos se hallaban exentos de las labores de trabajo. Los graneros, almacenes y otros espacios públicos sirvieron de sede para llevar a cabo la tarea de proporcionar una educación básica y religiosa a los niños; enseñándoles a leer, escribir, así como una exposición a las enseñanzas bíblicas.
Las “Escuelitas Dominicales” fueron un proyecto filantrópico que proporcionó una educación básica, moral y religiosa a niños que por su condición social eran privados de recibirla. Su propósito, brindarles oportunidades de aprendizaje que les permitieran adquirir habilidades básicas y una formación moral y espiritual. Esta labor fue noble y digna de reconocimiento. Sin embargo…
¿Cómo llegamos hasta aquí?
El comienzo data de 1780, cuando Raikes fundó la primera “Escuela Dominical” en Gloucester, Inglaterra. Una iniciativa para ofrecer educación básica, moral y religiosa a niños pobres, como ya se hizo mención.
Para el siglo XIX, ésta se establece dentro de las iglesias cristianas como un servicio formal con horarios regulares y programas de estudio para la enseñanza de la Biblia y los valores cristianos.
Durante el siglo XX, se ajustan métodos pedagógicos, y se crea material educativo adaptado para niños y jóvenes.
Es a finales de este siglo, y a comienzos del siglo que corre, donde la escuela se adapto nuevamente a los cambios sociales, y estos apuntaban, como se ha dejado ver, a un enfoque más centrado en el proceso educativo del niño. Con ello, los métodos se adecuaron para involucrar al niño en una interacción y participación más activa. Lo que además impulso nuevamente la “Escuela Dominical” después de sufrir una importante disminución en la asistencia de los niños a la escuelita.
En la actualidad, la estructura, enfoque y métodos pueden variar de acuerdo a la denominación e incluso a las características de la comunidad. Los recursos, materiales y apoyos muestran que también han evolucionado según el avance tecnológico de nuestra época. Y lo más destacado e importante, la iglesia estrecha más vínculos con la familia, reconociendo que ambas instituciones tienen un papel fundamental en la formación espiritual de los niños y jóvenes.
Resalto que, el desarrollo de la “Escuelita Dominical” se ha marcado por los métodos pedagógicos, y desde luego, por las adaptaciones a la cultura y a las dinámicas sociales del momento.
¿Qué ocurre ahora?
La “Escuelita Dominical” se ha convertido en parte integral de las actividades de muchas iglesias cristianas, que buscan proporcionar a sus niños y jóvenes una educación moral y religiosa. Cierto es que, en el contexto de las “Escuelitas” fundadas por Raike, los niños eran hijos de padres pobres y trabajadores que no podían ofrecer una instrucción religiosa a sus hijos. Se sabe también que brindo servicio a hijos de familias de otros sectores más beneficiados de la sociedad, con la finalidad de complementar su educación religiosa.
Pongo una interesante ilustración encontrada en el volumen II, Padres e Hijos, de la filósofa y reformadora educativa Charlotte Mason.
“Considerar que los padres deleguen la educación religiosa de sus hijos a una Escuela Dominical es tan indefendible como si los enviaran a comer a una mesa sostenida por la generosidad pública. En nuestra familia, nos declaramos inocentes de este cargo en particular. Nuestras Escuelas Dominicales son utilizadas por aquellos padres fatigados y poco instruidos que están dispuestos a aceptar este servicio de enseñanza religiosa para sus hijos de manos de aquellos con más tiempo libre. En otras palabras, la Escuela Dominical, en la actualidad, es un mal necesario, un reconocimiento de que hay padres tan presionados que no pueden cumplir con su deber primordial. Según nuestra teoría de la Escuela Dominical, los padres que tienen la capacidad enseñan a sus hijos en casa los domingos, y los sustitutos intervienen para actuar en nombre de aquellos que no pueden hacerlo”.
Un mal necesario al que nos hemos acostumbrado. ¿Qué pasaría en muchas familias si las iglesias no tuvieran, como parte de sus actividades, la “Escuelita Dominical”? Acaso los padres ¿Asuntarían ser ellos mismos los encargados de impartir instrucción religiosa a sus hijos?
Aunque existen muchas excepciones hermosas, familias criadas en hogares tranquilos con disciplina y amonestación del Señor, tememos que sea un hecho que hay una tendencia entre los padres de las clases media y alta a permitir que la educación religiosa de sus hijos se lleve a cabo de forma aislada. Por tanto, vale la pena preguntarse: ¿Cuál es la razón de esto y cuál es el remedio?
Se han atribuido diversas razones a este supuesto incumplimiento del deber de los padres, como las pretensiones sociales, el temperamento inquieto de los jóvenes y su impaciencia ante los actos religiosos, entre otras.
Este escrito fue publicado en el año 1896. Un tiempo anterior en el que pudiéramos pensar que la consciencia colectiva de la comunidad cristiana era un enfoque más centrado en las ordenanzas de Dios sobre la familia, y de las obligaciones de los padres ante tal responsabilidad. Pero aunque el contexto refiere un despertar de esta consciencia en padres jóvenes, lo cierto es que el mal ya se dejaba ver. Charlotte Mason no reprobaba, por ejemplo, la existencia de un servicio como este; sino aquellos que teniendo tantas ocupaciones, no podían cumplir con su deber principal.
El problema de replicar los métodos del mundo
El desarrollo de la “Escuelita Dominical” se ha marcado por los métodos pedagógicos, y desde luego, por las adaptaciones a la cultura y a las dinámicas sociales del momento.
Un aspecto adoptado de la educación moderna y que, como veremos, tiene importantes implicaciones es la segmentación por edades. Esta segmentación tiene un lado positivo: adaptar la enseñanza a las capacidades y etapas de desarrollo del niño, organizar y gestionar las escuelas de manera eficiente, dada su expansión a un número más grande de estudiantes; pero también y desde luego, un lado negativo.
Aspectos negativos de la segmentación por edades
Esta segmentación por edades influye en el sentido de pertenencia del estudiante y en su emancipación gradual de los vínculos afectivos con los padres. Se podría argumentar que el niño que asiste a la “Escuelita Dominical” lo hace durante pocas horas, un solo día a la semana; y en efecto, menos tiempo puede equivaler a menor influencia, ¿imagina a aquellos que asisten a una escuela regular?. Pero permíteme explicar cada uno de estos aspectos.
Sentido de pertenencia
Existen leyes en el universo, dispuestas por Dios para ordenar y sostener su creación, y también las hay en el pensamiento, en el comportamiento, y en muchas otras áreas que quizá no imaginamos.
El sentido de pertenencia se relaciona con aspectos emocionales, como la conexión, la identificación y la aceptación que experimentamos al formar parte de un grupo o entorno determinado. Sentirnos aceptados, valorados y reconocidos aporta a nuestra salud emocional y, en general, a nuestro bienestar.
Identificación
Los estudiantes tienden a identificarse con su grupo de edad, y buscan aceptación y reconocimiento de sus pares. Desarrollan identidad en relación con otros. Buscando la validación dentro de su grupo de edad, y por temor a ser excluidos o rechazados, los niños pueden experimentar la presión por ajustarse a las normas del grupo, aún cuando estás van en contra de sus valores.
Falta de interacción generacional
La segmentación por edades puede limitar la interacción social entre diferentes generaciones. Una tristeza cuando comprendemos la riqueza que se pierde durante esta interacción.
¡Cuánto provecho sacan los niños de acostumbrarse a la compañia de los mayores! De esta forma aprenden humildad. Porque ven que saben mucho menos que los demás. Adquieren conocimiento, y sus mentes se fortalecen gracias a la conversacion que oyen. Sus modales mejoran, porque los niños aprenden más con el ejemplo que con el precepto.
John S.C. Abbott
Promoviendo la dicotomía
Debemos ser francos. Muchas familias confiadas de que la labor es compartida, descansan en el servicio que ofrece la iglesia. Descuidan con ello la instrucción que es más sustanciosa en la vida del niño.
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.
Deuteronomio 6:6-7
El mensaje puede ser claro cuando separamos un día de la semana para recibir instrucción religiosa, del resto de la semana, donde la práctica cotidiana de la fe se encuentra desconectada. Esta fragmentación ocurre al disponer la enseñanza en un entorno aparte y específico, lejos del hogar donde es preciso que el niño aprenda y aplique lo aprendido.
El santuario de la instrucción religiosa, el hogar
Nada puede remplazar la necesidad del esfuerzo y la instrucción al calor del hogar.
John S.C Abbot
La enseñanza religiosa más poderosa es transmitida en el hogar por medio de los padres, en una integración sólida de las enseñanzas bíblicas con la vida de fe diaria.
En casa, y a través de los padres, es como debe cumplirse fielmente el gran deber de la educación religiosa. Si las madres entendieran esto como debieran, rara vez verían a sus hijos dejar el techo paterno sin estar fortalecidos con unos principios cristianos y una piedad sincera.
La Madre en el hogar, John S. C. Abbott, 1835
Pero entendemos que la iglesia, como una institución divina, y como una asamblea local que reúne a creyentes, puede aportar a la formación de los niños y jóvenes, hijos de aquellos miembros que han hecho profesión de fe. Puede hacerlo de forma indirecta, para que sean los padres quienes establezcan los vínculos, la comunicación y la confianza con sus hijos.
Les comparto esta interesante propuesta, que busco volver la instrucción religiosa al corazón del hogar, para que en un trabajo colaborativo Familia- Iglesia, se pudiera coordinar mejor la labor.
Una propuesta sensata
En el Volumen 2, Padres e Hijos, nos habla de un grupo australiano llamado Unión de Padres, que generó una interesante idea sobre la escuela dominical. Menciona a un clérigo, el reverendo E. Jackson, quien tomó acción al respecto. Él no consideraba que los niños de familias de clase media y alta necesitaran ser enseñados en religión de manera regular y constante desde pequeños. Su argumento se centraba en que los padres mismos deberían enseñar a sus hijos en casa en lugar de enviarlos a la escuela dominical.
El principal objetivo de la “Unión de Padres” es ayudar a los padres en esta tarea. Estas son algunas de las reglas que se han establecido:
- El objetivo de la Unión es unir, fortalecer y apoyar a los padres en el cumplimiento de sus deberes parentales.
- Los miembros se comprometen, al unirse, a velar por la educación de sus propios hijos y a asumir la responsabilidad de la crianza conjuntamente con los demás progenitores.
- Se proporcionarán esquemas de lecciones mensuales a cada familia en relación con la Unión.
- Los miembros llevarán a sus hijos a la catequesis mensual y se sentarán con ellos, etc., etc.
Probablemente, los “esquemas de lecciones” tienen como objetivo asegurar que los niños realicen las mismas lecciones bíblicas en casa con sus padres los domingos, como lo han estado haciendo en la escuela dominical con los maestros hasta ahora. Parece que se espera que los padres de todas las clases asuman sus responsabilidades apropiadas en este asunto, y que la Escuela Dominical se elimine, con el clérigo comprometiéndose a garantizar que se realice un cierto trabajo mensualmente a través de la catequesis.
El esquema parece prometedor. Nada fortalecerá más los lazos familiares que los hijos aprendan la religión de labios de sus padres y crezcan en una Iglesia que los cuide constantemente desde el bautismo o la infancia hasta la edad adulta, brindando el tono adecuado a la vida comunitaria.
Según fuentes históricas, sabemos que Charlotte Mason era miembro de la Iglesia de Inglaterra, que es la Iglesia Oficial en Reino Unido y esta asociada con el anglicanismo. Que los términos aplicados aquí, son claro distintivo de su denominación. Pero ello no impide que el modelo propuesto pueda ser tomado como una alternativa para instruir a los padres, y que a su vez estos puedan instruir a sus hijos.
Pero los padres instruidos deben enseñar religión a sus hijos.
Conclusión
No pretendo con esto atacar una práctica, sino reflexionar en su idoneidad, y en la responsabilidad que atañe una vez conociendo sus implicaciones. Esto es parte de una reflexión personal que extiendo y comparto contigo. Puedes estar de acuerdo o no conmigo, sin embargo, como mamá que hace ya varios años comprendió esto, he podido notar como mis hijos han crecido en el conocimiento de la Palabra, a la vez que me desafía a mi a hacerlo. Hemos adquirido buenos hábitos morales y piadosos al mantener esta práctica de la instrucción, no únicamente como un momento específico, sino como un alimento regular que conecta con todas nuestras actividades diarias.